Foto: Margarita Isabel Montealegre
El Movimiento de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas María Elena Cuadra (MEC) de Nicaragua ha publicado un nuevo informe sobre el elevado costo que el trabajo en la industria de la confección supone para el cuerpo, la salud y el bienestar general de las mujeres y sus familias. El informe se basa en los testimonios de diez trabajadoras de la confección que viven con trastornos musculo-esqueléticos crónicos y debilitantes – nueve de ellas fueron despedidas de la maquila. El informe hace un llamamiento a las marcas y a las fábricas para que cumplan con sus obligaciones de responsabilidad social empresarial y exige al gobierno nicaragüense que se responsabilice de proteger los derechos de las trabajadoras(es) del sector de la confección del país.
Sandra Ramos, coordinadora del informe y directora ejecutiva del MEC hace un breve análisis contextual e histórico del sector de la maquila, señalando la llegada en 1992 del sistema de Zonas Francas con sus empleos de bajos salarios y la falta de protección de los derechos laborales, así como el incumplimiento de las normas de salud y seguridad por parte de la mayoría de las fábricas. Este sistema ha creado las condiciones para la hiper-explotación de las trabajadoras, lo que ha tenido un impacto tremendamente negativo en los cuerpos de las mujeres, una realidad a la que, según ella, se ha prestado poca atención en Nicaragua.
Los testimonios en profundidad y las fotografías de Sobrevivir a la maquila: Impacto del trabajo en los cuerpos de las mujeres nicaragüenses ponen de manifiesto la discriminación a la que se enfrentan las trabajadoras de la confección cuando sufren lesiones crónicas debido al intenso ritmo de producción y al exigente trabajo físico. Las trabajadoras tienen un acceso mínimo a equipos ergonómicos adecuados en los puestos de trabajo, son despedidas si no pueden mantener la velocidad y la eficiencia que exigen los empleadores, o son amenazadas con el despido si se quejan del dolor que tienen que soportar debido a una lesión en el lugar de trabajo o solicitan un permiso para visitar una clínica. Se enfrentan a la presión de los supervisores para que aceleren su trabajo con el fin de cumplir los metas de producción. Debido a la precariedad del empleo en el sector de la confección, todas las mujeres entrevistadas afirmaron haber tenido que trabajar más de 15 horas al día para ganar lo suficiente en bonos de producción para poder alimentar a sus familias.
Esto ha dejado a las trabajadoras con lesiones músculo- esqueléticas que les debilitan y alteran su vida, lo que ha tenido un impacto duradero en sus vidas y en la relación con sus familias. Muchas de las mujeres entrevistadas tienen que depender ahora de sus hijos para que les ayuden a cuidar de ellas y sean el principal sustento del hogar. Como afirma el testimonio de Yadira del Carmen Juárez Morales: "no me puedo ni lavar el pelo, me duele hasta el pegue de las uñas."
El informe también destaca cómo las fábricas han podido eludir las disposiciones del código laboral que limitan las horas de trabajo, basándose en interpretaciones laxas de las excepciones a esos límites legales, incluidas las excepciones en casos de interés social, la fuerza mayor o la escasez de fuerza de trabajo. Estas excepciones temporales a la norma se convierten en prácticas permanentes.
Los testimonios también señalan que el sistema sanitario público no diagnostica adecuadamente a las trabajadoras ni reconoce formalmente sus lesiones músculo-esqueléticas como lesiones laborales. En su testimonio, Orbelina Martina Díaz Baldonado, que ahora tiene 70 años, relata cómo pidió permiso para ir a la clínica tras una importante caída en el trabajo, pero su supervisor se negó y, en cambio, la amenazó con despedirla si no seguía trabajando. Cuando por fin pudo visitar a un médico a través del sistema nacional de salud, éste le dijo que había perdido el derecho a registrar la caída como lesión laboral porque tenía que ir a la clínica el mismo día en que la lesión se produjo.
A las trabajadoras se les ha negado sistemáticamente el acceso a las pensiones que podría proporcionarles el sistema nacional de salud por las lesiones sufridas en el lugar de trabajo. Por lo tanto, se quedan sin red de seguridad social y no pueden seguir trabajando a causa de sus lesiones. Tal y como se indica en el informe, muchas mujeres se ven presionadas para aceptar pensiones por discapacidades causadas por enfermedades comunes en lugar de por lesiones laborales, lo que las deja sin acceso a la atención médica o a la medicina durante el resto de sus vidas. Como describe Reina Isabel Morán, "nos mandaron con las manos cruzadas a morir en nuestras casas."